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Sé que me quieres

Si me preguntasen qué ha sido más duro hasta hoy en mi vida, diría que tú, cariño mío.

Recuerdo que vivía hace ocho años en un piso de alquiler en Santesteban cerca de Donamaría. Hay cosas demasiado duras para contar, así que escribiré hasta donde mi corazón pueda.

Ni demasiado joven ni demasiado mayor para tenerte, lo que pedí en un viaje por Fátima (Portugal) se iba a cumplir, me quedé embarazada de ti, fue algo que al saberlo me hizo muy feliz, pero más tu nacimiento.

Antes estaban los nueve meses de gestación, me detectaron diabetes gestacional y tuve que hacer un gran esfuerzo para que no se complicase el embarazo, así que, tras todas las comidas, iba a andar, unas veces con los perros de los abuelos, otras veces sola y otras con tu padre, todo para que el azúcar estuviese estabilizado. Lo hice todo con sumo rigor hasta que las piernas comenzaron a hincharse y me tuvieron que poner insulina, así hasta el feliz nacimiento.

Recuerdo que tras devolver la anestesia me bajaron a la habitación y ahí pude comprobar lo hermoso que eras. Toda la gente me lo decía y yo orgullosa te exhibía. Recuerdo nuestros primeros contactos, te ponía entre mis rodillas tumbada en la cama y parecía como si me sonrieses. Aun no veías, pero sentías, el primer baño, el control de tu cordón umbilical hasta que se te cayó estando ya en casa.

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Pequeño mío

Con once años, le das a tu ama tus trofeos, y yo te quiero por tu regalo, te quiero cada día más porque te acuerdas de tu madre pequeño mío. Apruebas todos los controles y eres buen pelotari. Cariño, sigue así y yo rezaré para que Dios te conceda todos tus sueños. Comparte tus buenos momentos con tus amigos pero no trastees demasiado, sino el aita se enfadará, yo te perdonaré pero te daré esos consejos que da una madre a su niño. Sonríe a la vida y ella te sonreirá. Acuérdate de las cosas que te dice tu ama. Bueno hijo mío que sepas que mientras pueda tu ama estará ahí entre el cielo y la tierra para ti.

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Sé que me quieres

Aunque de vez en cuando las dudas se me aparecen, sé que me quieres, aunque no te salgan los gestos de cariño, sé que me quieres y los besos te los doy por los dos.

Ya no dibujas nada para mí ni me haces nada para el día de la madre, sé que me quieres, se me olvidó el Kinder Sorpresa y sabías que te lo iba a comprar, me lo pediste y te lo compré por partida doble, sé que me quieres.

No me cuentas todo lo que acontece en tu vida día a día, después de tanto tiempo sin verte quizás yo te quiera el doble, pero yo sé bien que me quieres pequeño mío, por cómo me miras con tus ojos azules, las dudas desaparecen porque eres parte de mí, sé que me quieres.

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Un cielo para los animales

Animales 01Fue ya, con casi cuarenta años, que pude sentir la bondad de ciertos animales, por los que tuve y tengo, aún hoy con casi cincuenta años.

Mi primer contacto aquí en Navarra, después de mucho tiempo de mi venida desde Donosti con veinticinco años, sucedió en Santesteban con treinta y nueve años.

Un día conocí a Bobi y a Chispita, eran los perros de los aitatxis de mi hijo. Recuerdo la primera vez que los vi, estaban al lado de la casa en sendas casitas de madera. Era invierno, hacía mucho frío y había barro a causa de la lluvia, pero aún así fui a saludarlos. Dos perritos ratoneros, Chispita era la más movida, dos caricias le bastaban para estar más que contenta.

Solía ir a ayudar a hacer las tareas del hogar de los aitatxis, y cuando se echaban la siesta cogía a Bobi y a Chispita y los llevaba a pasear por el monte, eran momentos de tranquilidad y sosiego para mi alma y de bienestar para los perros.

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Un paso importante

Amigas 01¿Os habéis parado a pensar cómo se tejen, entretejen y deshacen las amistades? Muchas, yo diría las más, surgen de encuentros casuales; otras llegan de la mano de otras amistades; y algunas las buscas a propósito. Pero todas ellas, por lo general, tienen en común el que son el encuentro de dos almas con la misma sintonía, que no gemelas. Porque en las amistades -como en el amor- hay muchas ocasiones en que las personas son como dos polos opuestos que se complementan, y otras en las que parecen hechas con el mismo molde. Así se tejen la mayoría.

Pero para entretejerlas hacen falta grandes dosis de cariño y de amor; de tiempo y dedicación; de afecto y sinceridad; de charlas en el café, o en el parque, o en el campo o en casa del otro, o en el trabajo; de intercambio de sentimientos, vivencias, experiencias e información.

Y para deshacerlas. ¡Qué sé yo! Malentendidos, frialdad, distanciamientos, enojos, envidias, celos o, simplemente, dejar ir. Yo, a veces, pienso que soy especialista en esto último porque conservo pocas amistades de aquellas que surgieron en mi niñez, adolescencia y juventud. Y eso que sigo viviendo en la misma ciudad y frecuentando prácticamente los mismos lugares que me vieron crecer.

Pero hoy he dado un paso importante en pro de la amistad. Utilizando las redes sociales he contactado con unas amigas que hacía tiempo no veía. Una es una antigua compañera de colegio, de la que me alejé yo a propósito porque juzgué mal su conducta, cuando yo no soy quién para juzgar a nadie. Lo cierto es que ahora está enferma y creo que he hecho bien en dar el paso, aunque no sé si recibiré respuesta. Otras son dos amigas de las que tenía cuando trabajaba y con las que hace mucho, muchísimo tiempo, que no me siento a tomar un café. De éstas espero pronta respuesta.

Sea como fuere, estoy satisfecha. Me siento feliz de haber dado ese paso para contactar con ellas. Y me encantaría poder recuperar su amistad. Porque aunque ellas no lo sepan a ciencia cierta, no me importa proclamar a los cuatro vientos que las quiero. Y por eso no dudo en afirmar que me gustaría reincorporarlas a mi vida, a esta vida de la que nunca debieron salir.

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