Archivos de la categoría Concurso Relatos 2017

Textos pertenecientes al «III. Concurso de Relato Corto ANASAPS» (2017)

El campo de los tres tréboles

¡¡¡GANADOR DEL CONCURSO DE RELATOS 2017!!!

La enfermedad apareció muy pronto, como sí los astros se hubiesen puesto de acuerdo, llegando a tomar una forma extraña, difícil de averiguar de qué se trataba, y dejando solamente una apertura muy pequeñita en la esquina de esa formación, para que entrasen y saliesen esos pensamientos, esos sentimientos, ¡SÍ…! Ese, el mundo emocional tan importante en el paso de la vida de las personas. Esa cabecita que nunca dejo que descanse.

Fui creciendo, los astros seguían ahí y después de tanto tiempo juntos, los empecé a conocer, los identificaba, aparecían en mis días, en mis noches. Eso solo era una parte a descubrir, otra parte era ponerle solución y no llegaba, así, la formación siempre estaba con esa apertura, unas veces más grande que otras. Además, tenía que contar con sus destellos. Era complicado estar cegada, no sabía lo que me querían decir, qué tenía que hacer, cómo, de qué manera. Así que muchas veces ganaban ellos, yo me quedaba apagada, disgustada, triste.

Con cinco años empecé mí etapa escolar. Y ya para entonces había vivido situaciones que irían conmigo en mi camino, y siempre que salían a relucir era como si estuviesen pasando en el momento. Otros pensamientos eran más vagos, para que tratase de olvidarlos, ya eran suficientes para esa niña tan pequeña, por lo que esa apertura no se cerraba, y pasaba…y pasaba el tiempo.

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El bosque encantado

SEGUNDO CLASIFICADO DEL CONCURSO DE RELATOS 2017

A veces la vida te da la espalda y te hace cargar con una mochila muy pesada, ¿porqué digo esto? pues porque este cuento tiene mucho que ver con mi historia personal.

Yo no andaba bien, estaba perdido y no era consciente de ello ni de lo que hacía y en 2010 dejé todo lo que más quería, mi querida familia a la que dejé llena de dolor, pero ni ellos ni yo comprendíamos por qué.

Ellos aun sin yo saberlo me seguían ayudando (nunca me abandonaron) aunque en ese momento me sentía muy solo. Mi médico especialista en 2012 en el hospital me ingresó, entre él y el psiquiatra mi vida la encarrilaron pues al Centro de Día de Salud Mental donde me mandaron. Allí estuve dos meses y medio y dieron con mi enfermedad, Trastorno Bipolar, así lo bautizaron.

Lo mejor de todo es que el tratamiento que me pusieron allí y con el cual sigo, cambió mi vida, pues estabilizó mi enfermedad, y a la vez permitió que esa mochila invisible que me estuvo asfixiando durante toda mi vida sin yo saber lo que era, me liberase al lograr darle un nombre y apellido, reconocerla en mí y aceptarla.

Una vez salí de allí yo era ya la persona que siempre debí o soñé ser, pero lo que tenía y no sabía hasta entonces, me lo impidió. Como yo siempre fui y soy un luchador, me puse a trabajar conmigo mismo, a conocerme y a reconocer en mí lo que era la enfermedad, (que no yo), y busqué el camino de vuelta a la que fue mi casa. Para eso debía hacer ver a mi esposa a la cual dejé, el hombre que ahora era y el que siempre ella se mereció. Por eso un día descubrí que había un bosque encantado, en el cual no todos están preparados para entrar, y era como un paraíso terrenal. Yo necesitaba encontrarme a mí mismo y llenarme de paz.

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Las palabras de la tribu

Sucedió tras una noche de pesadilla en la que me vi envuelto en otro mundo desganado por visiones dantescas que aún me escuece el espíritu negruzco. Como es habitual me senté en un banco de la plaza recoleta a ver pasar las nubes viajeras y a los árboles fieles a su territorio que bailan la canción del suave viento y lejano.

A través del día intento no sucumbir a equívocos. Aclaro las ideas tempestuosas, intento poner orden donde no hay sino caos rítmico. La canción del solitario se abre paso en las calles pintorescas. La luz siempre es buena, pero la rutina lucha por impedir novedades y sorpresas.

Pronto las voces vuelven a taladrar la mente. El caso es que olvido su procedencia, no sé si son producto de la imaginación o son las señales del más allá, o bien mensajes que no entiendo sumido entre desasosiegos. Veo pasar la gente y todos parecen tener prisa y es como si no se vieran. Señales alucinatorias vuelven hacía algún intento de futuro, quizás inventan extendida una música que lleva hacia los extensos territorios que otrora fueron incandescentes.

Ahora no sé si vivo o muero, si estoy dormido o despierto, o habito universos paralelos, las presiones se agitan y finalmente vuelve la insidiosa depresión por este barrio de estrechas callejuelas y recovecos y pasadizo y la más esotérica que estalla sus alas beligerantes hacia las playas invadidas por la luna del atardecer. Tales olas que vuelven a su cauce natural y las alas rompientes que me hablan de su procedencia: Estambul, El Cairo, Ibiza, Baleares.

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Sé que me quieres

Si me preguntasen qué ha sido más duro hasta hoy en mi vida, diría que tú, cariño mío.

Recuerdo que vivía hace ocho años en un piso de alquiler en Santesteban cerca de Donamaría. Hay cosas demasiado duras para contar, así que escribiré hasta donde mi corazón pueda.

Ni demasiado joven ni demasiado mayor para tenerte, lo que pedí en un viaje por Fátima (Portugal) se iba a cumplir, me quedé embarazada de ti, fue algo que al saberlo me hizo muy feliz, pero más tu nacimiento.

Antes estaban los nueve meses de gestación, me detectaron diabetes gestacional y tuve que hacer un gran esfuerzo para que no se complicase el embarazo, así que, tras todas las comidas, iba a andar, unas veces con los perros de los abuelos, otras veces sola y otras con tu padre, todo para que el azúcar estuviese estabilizado. Lo hice todo con sumo rigor hasta que las piernas comenzaron a hincharse y me tuvieron que poner insulina, así hasta el feliz nacimiento.

Recuerdo que tras devolver la anestesia me bajaron a la habitación y ahí pude comprobar lo hermoso que eras. Toda la gente me lo decía y yo orgullosa te exhibía. Recuerdo nuestros primeros contactos, te ponía entre mis rodillas tumbada en la cama y parecía como si me sonrieses. Aun no veías, pero sentías, el primer baño, el control de tu cordón umbilical hasta que se te cayó estando ya en casa.

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Nuestra recuperación

Me acabo de despertar con algo estupendo en mi cabeza y una gran sensación de bienestar y alegría. No sé si esto que me ronda e invade es algo estupendo que sucedió ayer o es un sueño.

Contaré de qué se trata… Se estaba produciendo un gran avance en la historia de las personas. Después de tiempos de un incremento atroz del terrorismo, de intolerancias y de radicalismos se imponía, por fin, el sentido común, la tolerancia, la apertura de mente, la voluntad de convivir en buenas condiciones…

Y contaré, también, la parte más personal de esto. Se impuso, en general, el respeto a la diversidad, en concreto, en lo que me repercutía directamente, la eliminación del estigma en salud mental. Ya nadie calificará a nadie de loco, con sentido peyorativo; nadie cerraría la puerta a una persona con esta problemática por el simple hecho de tenerla; nadie menospreciaría a estas personas; nadie les cuestionaría en todos los aspectos; nadie les diría que no servía para nada o que no sabían hacer nada bien; ya no habría cantidad de gente alrededor que se creería con derecho a meterse en su vida…

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A estribor

Es la mar unas soledades. Amúsicas navegan. El bote marinero advierte las olas altivas que velan la placidez de la luna, sus navajas y sus ojos galácticos. No se puede acuñar la vacía voz del dolor, es sal viva. Una excitación que llena el valle de elegías y lamentos. La olvidadiza memoria unos besos dados a la contra en estas calles desvariadas y marineras. Aquí donde todas las pasiones devienen hacia el fluir del ser a una disposición distinta y extensa. Poblada de distancias e historias inefables, que sustraen el desierto y el agua, desde una aurora inexplicable. Traen el rigor de una navegación constante. Desde un alado experimento los personajes de la epopeya oceánica se definen en vidas sencillas y desapariciones.

Las marionetas traviesas y las diligentes artes. Habitados igual a máquinas estropeadas, seres de guiñol justifican al estado central su hipocresía y a las costumbres malsanas, a la farsa faraónica que los cargos públicos ejecutan.

Por las grises calles ennegrecidos por las últimas lluvias y bajas nubes los rebeldes se esparcen por los garitos R&R y otros bares tipo garaje, donde se escuchan las músicas diversas y variadas, nostalgias del futuro. En medio de aquella tasca rugiente algunas mujeres se prueban a bailar locamente y sus insinuaciones nos alargan la noche spiritosa.

Navego y los signos que la noche abre en ésta zona del universo son ganas de vivir tras de habitar largo tiempo lo negro que se debate insomne, el antihéroe no tiene en las ojeras gangrena y las amusicas desembocan por calles flotantes en el ingente mar de otras tierras lejanas. Lamentaciones y destierros, torvas espinas, y ese silencio atroz y desconsiderado, que rompemos a base de citas y canciones, baile y sonrisas.

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Los abuelos y el Alzheimer

Como voluntario que fui, vocación que desde los 15 años tenía, porque entonces y después a la madre Teresa de Calcuta en mi corazón llevé, empecé mi voluntariado por el año 2001. Tenía tiempo libre para ello y mi enfermedad aún no había hecho su aparición en toda su extensión. Pero esto solo lo digo a modo de introducción de por qué me dediqué a estos benditos abuelos y abuelas. Este relato para mí es un homenaje lleno de amor que les trasmito desde lo más hondo de mi corazón.

Antes que nada, yo aprendí en esta labor que ser voluntariado es caminar junto a ellos y ellas, escucharles, que es lo que más necesitan en la soledad interior en la que viven, darles amor y que siempre vean una sonrisa en tu rostro.

Yo estuve con varios ancianos, pero en especial mencionaré un matrimonio de 80 años ella y 90 años él, cuando empecé. Vivían en un geriátrico y cuando me veían llegar Antonio le decía a Marcela: -mira, ahí viene nuestro amigo-, con una cara de felicidad que hacía que mi corazón saltase de alegría. Ellos no recordaban mi nombre pero sí mi rostro, y se les veía felices al verme, por lo que muchos días al despedirme y darme la vuelta para ir a casa, lágrimas rodaban desde mis ojos por ver que les dejaba un poco más felices.

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Cuando maduran los madroños

El fruto del madroño al igual que la endrina, son frutos silvestres, sabe como el melocotón y contiene muchísima azúcar, lo cual es peligroso tomar demasiados, pues puedes acabar beodo. Elijo estas fechas, en las que madura el madroño, noviembre y diciembre, para dar un repaso de lo que ha sido de mí durante este año pasado y elijo el madroño, para encabezar este relato, pues donde vivo en Sarriguren hay varios y suelo probar sus frutos.

Me miro al espejo y veo los cuarenta y nueve años reflejados en él, las arrugas pueblan mi cara, los ojos semi-cerrados, por haber visto cosas que quizá no debí ver, el pelo aunque teñido con la textura de las canas que endurecen el cabello.

Al principio todo iba bien, mis dos amigos mis gatos, de pronto comencé a dormir mal hasta que ya no dormía nada ni siquiera con las pastillas, pasé muy mal esas fechas.

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El Atleta

Juan era un joven muchacho que soñaba con llegar a lo más alto. Para ello se ejercitaba todos los días, el atletismo era su pasión. Pero también estudiaba a sus 18 años la abogacía, sacaba buenas notas, estaba contento. Tenía muchos amigos, en sus ratos de ocio salía con ellos a los bares y discotecas. Sus padres lo querían mucho y le ayudaban todo lo que podían y así pasaban el tiempo, ocupados en sus tareas.

Un día decidió doparse para mejorar en el atletismo y sacar mejores resultados en las pruebas. Así fue pasando el tiempo, hasta que un día le dio un patatús en el cuerpo y tuvo que ir al médico. Le dijo que se encontraba mal y el médico le hizo unas pruebas y le encontró sustancias nocivas para la salud. El chaval le contó la verdad sobre el dopaje y el deporte que practicaba. Como en apariencia se encontraba bien, lo envió a casa. Pero pasaron los días y las semanas y no mejoraba, hasta que un día se vio impedido corporalmente para valerse solo y tuvo que ir al médico con sus padres y allí le detectaron que tenían una enfermedad mental desconocida. Como necesitaba ayuda lo llevaron a un centro, para personas con cuidados especiales donde con el paso del tiempo se vería si se podía curar. Pero pasó el tiempo y no mejoraba, y allí esta donde vive su vida en ese centro.

• Spiderman •

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