El bosque encantado

SEGUNDO CLASIFICADO DEL CONCURSO DE RELATOS 2017

A veces la vida te da la espalda y te hace cargar con una mochila muy pesada, ¿porqué digo esto? pues porque este cuento tiene mucho que ver con mi historia personal.

Yo no andaba bien, estaba perdido y no era consciente de ello ni de lo que hacía y en 2010 dejé todo lo que más quería, mi querida familia a la que dejé llena de dolor, pero ni ellos ni yo comprendíamos por qué.

Ellos aun sin yo saberlo me seguían ayudando (nunca me abandonaron) aunque en ese momento me sentía muy solo. Mi médico especialista en 2012 en el hospital me ingresó, entre él y el psiquiatra mi vida la encarrilaron pues al Centro de Día de Salud Mental donde me mandaron. Allí estuve dos meses y medio y dieron con mi enfermedad, Trastorno Bipolar, así lo bautizaron.

Lo mejor de todo es que el tratamiento que me pusieron allí y con el cual sigo, cambió mi vida, pues estabilizó mi enfermedad, y a la vez permitió que esa mochila invisible que me estuvo asfixiando durante toda mi vida sin yo saber lo que era, me liberase al lograr darle un nombre y apellido, reconocerla en mí y aceptarla.

Una vez salí de allí yo era ya la persona que siempre debí o soñé ser, pero lo que tenía y no sabía hasta entonces, me lo impidió. Como yo siempre fui y soy un luchador, me puse a trabajar conmigo mismo, a conocerme y a reconocer en mí lo que era la enfermedad, (que no yo), y busqué el camino de vuelta a la que fue mi casa. Para eso debía hacer ver a mi esposa a la cual dejé, el hombre que ahora era y el que siempre ella se mereció. Por eso un día descubrí que había un bosque encantado, en el cual no todos están preparados para entrar, y era como un paraíso terrenal. Yo necesitaba encontrarme a mí mismo y llenarme de paz.

Todo el entorno del bosque estaba rodeado de arboles muy altos y hermosos pero que no permitían ver su interior. También había en ese entorno algo sobrenatural que no te dejaba pasar, solo podías acceder a él por la entrada principal que era donde comenzaba el sendero. Allí me encontré con un hombre muy mayor que sabía a lo que yo venía, pues al mirarme, mi corazón daba latidos de felicidad y me embargaba una profunda e inmensa paz.

Él se acerco a mí y tomándome las manos me miro a los ojos y me dijo: » Aprovecha la cosecha que ahí dentro vas a recoger y llévala en tu corazón, pues tu misión y tu deber será repartirla día a día a todo tu alrededor».

Yo me había quedado ensimismado escuchándolo y en un abrir y cerrar de ojos desapareció tras una aureola sobrevolando el bosque encantado.

Después de reponerme de lo que vi, me adentré en el bosque. Era una mañana primaveral y soleada en la cual los rayos del sol se colaban entre las ramas de los arboles dándole al paisaje un fabuloso y bello colorido. Dicho paisaje era tan bonito y espectacular que solo los privilegiados que allí lograban entrar lo habían podido visitar.

Yo tuve esa oportunidad porque mi corazón buscaba paz y respuestas a cómo afrontar mi vida de ahora en adelante, conociéndome y amándome más a mí mismo.

Según iba caminando por el sendero me fui adentrando en el bosque, el sonido bullicioso de una cascada que provenía de un riachuelo me hizo acercarme a él. Sus aguas eran tan cristalinas que me veía reflejado en él, y en ese momento por encima de mi cabeza pude observar como gran cantidad de mariposas de una belleza inigualable revoloteaban sobre mí, también variedad de pájaros hermosos entonando sus cantares alegres y armoniosos, se posaban en mis hombros o en mi cabeza, como si para ellos yo formase parte de su hábitat natural.

Así pues volví a retomar el sendero fascinando por la paz que me trasmitía el entorno, tanto que no me di cuenta que al seguir andando se me pusieron delante dos ardillas, dando saltos y brincando daban vueltas a mi alrededor. Lo mismo hicieron dos ciervos que se unieron al séquito y me acompañaron en mi caminar.

Sus miradas al igual que las de las ardillas transmitían felicidad, y yo me preguntaba: ¿qué verán en mí para darme tanta paz y tranquilidad?

Yo sabía que en mi camino hasta la colina no me perdería, pues el séquito de animales y mariposas me iban guiando a través de él.

A parte de los animales, durante mi caminar yo iba notando dentro de mí una presencia extraña y maravillosa que lograba que mi corazón rebosase de alegría y felicidad.

Llegamos bien entrado el mediodía a una colina que era el destino donde yo iba a poder ver y disfrutar de lo que jamás nadie pudiese imaginar. Al ver lo que desde allí se veía me quede fascinado, bajo la colina se encontraba un hermosísimo lago de aguas claras y cristalinas rodeado de un jardín inigualable de flores multicolor, de olores y sensaciones sin parangón.

En la colina había una preciosa casita de madera con un porche en el cual se encontraba un mesa llena de manjares, había también una tumbona colgante sujeta a unos pilares de madera, por si no quería dormir dentro de la hermosa cabaña y prefería quedarme a dormir juntos a los animales del bosque, viendo el lago y las estrellas en el firmamento. Y eso es lo que hice, comí rodeado de ellos y me sentí tan feliz viendo el amor hacia mí que reflejaban sus rostros, que después de comer me tumbé en la hamaca y dormí la siesta más feliz de mi vida, pues dormí con ellos a mi lado. Al despertar vi sobre mí algún pájaro dormido y mariposas descansando con sus alas plegadas también.

Una vez me despejé y hasta la hora de cenar, me enseñaron la belleza que se encontraba en aquel lugar. Iba feliz pues los pájaros no cesaban de volar alrededor mío entonando cánticos tan hermosos que parecía una sinfonía celestial, las mariposas a su vez me rodeaban blandiendo sus bellas alas y formando círculos como si bailasen para mí.

Casi sin darnos cuenta llegamos a la cabaña y me quede maravillado al ver el cielo lleno de estrellas y la luna reflejada en el lago. Mi corazón se encontraba rebosante de paz y alegría al ver semejante espectáculo que la naturaleza en su más plena expresión me brindaba.

No quería dormir, pero ya había encontrado lo que buscaba para mí, ellos y ese ser o ángel que todo el tiempo noté dentro de mí, se instalaron en mi corazón y cambiaron por completo mi vida.

Me acomodé a dormir esa noche, siendo una de las más placenteras de mi vida. Cuando desperté el día era radiante como mi interior, y comprobé asombrado que los animales me habían preparado un desayuno exquisito.

Después llegó el momento triste de dejar a mis queridos amigos y el bosque encantado y ellos con sus dulces miradas lo notaron, pues un ciervo que, por medio de ese ser o ángel que me acompañó todo el tiempo dentro de mí, con lágrimas de emoción en sus ojos me pregunto: ¿has encontrado lo que estabas buscando?, a lo que yo le respondí: – he encontrado para mi vida más de lo que uno se podría imaginar y jamás os olvidaré a vosotros y todo lo que me habéis aportado para aprender a saber cómo ser hasta el resto de mis días.

Seguidamente me acompañaron a la entrada del bosque mágico y el ciervo se volvió a dirigir a mí y me dijo:

– Ya sé que esto fuera no verás, pero tú y muchos como tú habéis sido unos privilegiados, para seguir acudiendo a este lugar, solo tienes que observarte a ti mismo a través de tu corazón y siempre serás feliz, pero otra cosa buena que puedes hacer es sembrar las semillas de la cosecha que te hemos dado día a día a tu entorno de alrededor para que, como una onda, el mundo cambie y poco a poco sea mejor.

Me despedí de ellos con pena pero feliz pues a raíz de ese día mi vida cambio por completo. Luché y recuperé a la mujer de mi vida y a mi familia, volviendo a casa sintiéndome inmensamente feliz, y repartiendo semillas a todos y todas las que se acercaban a mi alrededor siendo la tarea o misión que encomendaron los animales del bosque a mi corazón.

• Los ojos del corazón •

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