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Nuestra recuperación

Me acabo de despertar con algo estupendo en mi cabeza y una gran sensación de bienestar y alegría. No sé si esto que me ronda e invade es algo estupendo que sucedió ayer o es un sueño.

Contaré de qué se trata… Se estaba produciendo un gran avance en la historia de las personas. Después de tiempos de un incremento atroz del terrorismo, de intolerancias y de radicalismos se imponía, por fin, el sentido común, la tolerancia, la apertura de mente, la voluntad de convivir en buenas condiciones…

Y contaré, también, la parte más personal de esto. Se impuso, en general, el respeto a la diversidad, en concreto, en lo que me repercutía directamente, la eliminación del estigma en salud mental. Ya nadie calificará a nadie de loco, con sentido peyorativo; nadie cerraría la puerta a una persona con esta problemática por el simple hecho de tenerla; nadie menospreciaría a estas personas; nadie les cuestionaría en todos los aspectos; nadie les diría que no servía para nada o que no sabían hacer nada bien; ya no habría cantidad de gente alrededor que se creería con derecho a meterse en su vida…

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El Atleta

Juan era un joven muchacho que soñaba con llegar a lo más alto. Para ello se ejercitaba todos los días, el atletismo era su pasión. Pero también estudiaba a sus 18 años la abogacía, sacaba buenas notas, estaba contento. Tenía muchos amigos, en sus ratos de ocio salía con ellos a los bares y discotecas. Sus padres lo querían mucho y le ayudaban todo lo que podían y así pasaban el tiempo, ocupados en sus tareas.

Un día decidió doparse para mejorar en el atletismo y sacar mejores resultados en las pruebas. Así fue pasando el tiempo, hasta que un día le dio un patatús en el cuerpo y tuvo que ir al médico. Le dijo que se encontraba mal y el médico le hizo unas pruebas y le encontró sustancias nocivas para la salud. El chaval le contó la verdad sobre el dopaje y el deporte que practicaba. Como en apariencia se encontraba bien, lo envió a casa. Pero pasaron los días y las semanas y no mejoraba, hasta que un día se vio impedido corporalmente para valerse solo y tuvo que ir al médico con sus padres y allí le detectaron que tenían una enfermedad mental desconocida. Como necesitaba ayuda lo llevaron a un centro, para personas con cuidados especiales donde con el paso del tiempo se vería si se podía curar. Pero pasó el tiempo y no mejoraba, y allí esta donde vive su vida en ese centro.

• Spiderman •

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Aunque vaya por el valle de las sombras…

¡¡¡GANADOR DEL CONCURSO DE RELATOS 2016!!!

12Ya había pasado el mediodía; el sol no se dejaba ver en un cielo cargado de nubes grises que descargaban sin piedad, haciendo imposible la visión en 10 metros a la redonda. El viento convertía en ventisca la nieve que caía, azotando con cada copo de nieve al insensato viajero que atravesaba aquel valle de lágrimas.

El viento parecía cobrar vida jugueteando con los arbustos; divirtiéndose con las copas de los pinos, formando pequeños remolinos en medio de la ventisca y creando curiosas esculturas que parecían vivas.

Aquel hombre de marcado coraje, calzaba raquetas para no hundirse en la nieve, caminaba con la cabeza agachada; vestía pantalones de cuero impermeabilizados con grasa y sobre los hombros una pelliza de piel de oso cubría las abrigadas ropas de piel de ante bien curtidas. A su espalda colgaba un arco de tejo con un carcaj repleto de flechas y una espada de doble empuñadura. De su mano colgaban las cinchas de un gran corcel negro cargado con todo su equipaje.

El tiempo pasaba despacio; paso a paso, metro a metro. Sobre la nieve el resollante animal resoplaba por las fosas nasales del esfuerzo que requería el caminar hundiendo las patas en un manto blanco de dos palmos de profundidad. El viajero procuraba que su corcel no se hundiera más de lo necesario para que la buena bestia no reventase por el esfuerzo de la caminata.

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A través de nuestros ojos

10La luz entra a través de los pocos huecos que deja la persiana a medio cerrar, José Ramón puede sentir la suave brisa que acaricia su cara, y la tenue luz le recuerda que tiene que levantarse para ir a trabajar.

Antes de nada tiene que leer la pizarra que tiene en el pasillo, nada más salir de su habitación. Ésta es negra y de grandes dimensiones, y en ella anota todo lo que tiene que hacer en el día, para no olvidar nada, incluso las cosas más elementales, como coger las llaves, apagar las luces y dejar todo en orden.

Ha ido al baño, se ha aseado, afeitado y por último el after save. Cuando termina, se acaricia la cara, y la suavidad de su mejilla le recuerda a su madre, que haciendo el mismo gesto se lo decía cuando era pequeño, «qué cara más suave tiene mi niño. Cuando yo falte, recuerda hacerlo todos los días y así me sentirás cerca por mucho tiempo que pase».

Sus padres siempre le recordaban que era una persona muy especial, y que esforzándose lograría todo lo que quisiera, pero que nunca, nunca, permitiese que nadie se riese de él.

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Lo que siente María

09Como todos los días, María se prepara para ir al trabajo que desde hacía poco tiempo había conseguido.

Todavía le costaba levantarse por las mañanas, pero luego, durante el día, se encontraba mejor. Las personas que eran sus compañeros eran muy majas y simpáticas; si alguna vez tenía algún problema o dudas, le ayudaban, y no les molestaba ni se quejaban. También María tenía más interés en este puesto de trabajo, porque en otros sitios donde había estado antes, muchos no le dirigían la palabra y le miraban como si fuera un bicho extraño. Ella pensaba que era porque, como tomaba algunas pastillas, le dejaban como si estuviera un poco atontada, y le costaba más tiempo realizar cualquier actividad. Parecía siempre una tortuga por lo lenta que iba.

No sabía si durante mucho tiempo iba a encontrarse tan bien como se sentía en aquel momento. Lo más importante es que había empezado a notar un cambio, pero también porque la gente que le rodeaba tenía un comportamiento más respetuoso y agradable con ella.

No sabía qué pasaría en el futuro, pero en el día a día del presente que estaba, se sentía bien y era lo mejor.

• María Montes •

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Condena a un destierro

08Todo comenzó hace seis años aproximadamente, Nacho estaba pasando una mala etapa. Hacía años que sufría una fuerte depresión, pero nadie veía que realmente le pasara nada. La familia, el trabajo, los amigos, todos decían que eran cosas suyas, pero en realidad a Nacho le ocurría algo bastante amargo y duro que le hacía sentir mal.

Empezó un ir y venir de médicos de todo tipo sin dar con lo que le pasaba en realidad, hasta que un día un doctor le dio un diagnóstico: trastorno bipolar. Todo se le cayó encima, no sabía qué hacer, por dónde tirar o cómo afrontarlo. Pasó un tribunal médico donde le dieron una incapacidad y entonces comenzaron los verdaderos problemas.

Todo ha ido de mal en peor, se metió en sí mismo sin saber qué hacer. El día a día era terrible, no quería levantarse de la cama ni salir de casa, la gente empezó a darle de lado y la familia no le apoyaba lo suficiente. Fue dando tumbos de psiquiatra en psiquiatra y de asociación en asociación, pero su malestar y su tozudez a no ver que tenía que continuar con su vida y dejarse ayudar no le dejaban avanzar.

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La noche había sido larga

taza01La noche había sido larga, muy larga, pues Alejandra no había conseguido pegar ojo en ningún momento. En su cabeza se habían agolpado ideas a cual más absurda y que atentaban, directamente, con su buena salud mental, por lo que era urgente para ella el contrarrestar sus pensamientos con alguien de toda confianza, que tuviese los pies en la tierra y fuese más cuerdo, mucho más cuerdo que ella.

Todavía no había nadie levantado en su casa a esas horas, así que tendría que esperar. Mientras tanto intentaría poner en orden las ideas en su alocada cabeza.

Por fin amaneció uno de los habitantes de la casa, su hermano Richard.

—¡Ey, hermanita! ¿Qué haces levantada tan pronto? ¿Te has caído de la cama? ¿O es que no te has acostado? —preguntó preocupado Richard a su hermana.

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