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Los abuelos y el Alzheimer

Como voluntario que fui, vocación que desde los 15 años tenía, porque entonces y después a la madre Teresa de Calcuta en mi corazón llevé, empecé mi voluntariado por el año 2001. Tenía tiempo libre para ello y mi enfermedad aún no había hecho su aparición en toda su extensión. Pero esto solo lo digo a modo de introducción de por qué me dediqué a estos benditos abuelos y abuelas. Este relato para mí es un homenaje lleno de amor que les trasmito desde lo más hondo de mi corazón.

Antes que nada, yo aprendí en esta labor que ser voluntariado es caminar junto a ellos y ellas, escucharles, que es lo que más necesitan en la soledad interior en la que viven, darles amor y que siempre vean una sonrisa en tu rostro.

Yo estuve con varios ancianos, pero en especial mencionaré un matrimonio de 80 años ella y 90 años él, cuando empecé. Vivían en un geriátrico y cuando me veían llegar Antonio le decía a Marcela: -mira, ahí viene nuestro amigo-, con una cara de felicidad que hacía que mi corazón saltase de alegría. Ellos no recordaban mi nombre pero sí mi rostro, y se les veía felices al verme, por lo que muchos días al despedirme y darme la vuelta para ir a casa, lágrimas rodaban desde mis ojos por ver que les dejaba un poco más felices.

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Cuando maduran los madroños

El fruto del madroño al igual que la endrina, son frutos silvestres, sabe como el melocotón y contiene muchísima azúcar, lo cual es peligroso tomar demasiados, pues puedes acabar beodo. Elijo estas fechas, en las que madura el madroño, noviembre y diciembre, para dar un repaso de lo que ha sido de mí durante este año pasado y elijo el madroño, para encabezar este relato, pues donde vivo en Sarriguren hay varios y suelo probar sus frutos.

Me miro al espejo y veo los cuarenta y nueve años reflejados en él, las arrugas pueblan mi cara, los ojos semi-cerrados, por haber visto cosas que quizá no debí ver, el pelo aunque teñido con la textura de las canas que endurecen el cabello.

Al principio todo iba bien, mis dos amigos mis gatos, de pronto comencé a dormir mal hasta que ya no dormía nada ni siquiera con las pastillas, pasé muy mal esas fechas.

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Lesi

LesiUna nueva ilusión aparece en mi vida en forma de perrita, Lesi.

Costó conseguirte, pero aquí estás haciendo que haya más vida en mis días, me canso pero cuando el cansancio es así no pesa.

Ya hemos compartido tu primer baño pues estabas un poco sucia, pero ya luces tu pelaje limpio. Te encanta salir a la calle así que gracias a ti comenzaré a tener los perfiles de mi azúcar mejor y espero, con tu ayuda, bajar un poco la tripa.

Bueno Lesi que me alegro que hayas venido a mi vida y tengamos muchos buenos momentos, al fin mi soledad se disipa, y mis noches son menos oscuras.

Ya te quiero Lesi.

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Adiós Navidad

Navidad 01Sí, adiós Navidad, pasé mal la ausencia de mi hijo, de mis gatos, pero tuve compañía que ayudó a no sentirme tan mal. Ahora con fuerzas renovadas veré y disfrutaré de la presencia de mi hijo dos horas conmigo.

Otras cosas me importan pero menos, lo que no ha de ser, déjalo pasar. Te ilusionas porque eres de carne y hueso, en batallas más grandes he bregado y aquí estoy, con menos bagaje, pero más ligera.

Hay prioridades en mi vida, por qué sufrir con lo que nunca ha sido prioridad, me apoyo en lo que quiero y digo adiós Navidad.

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Un cielo para los animales

Animales 01Fue ya, con casi cuarenta años, que pude sentir la bondad de ciertos animales, por los que tuve y tengo, aún hoy con casi cincuenta años.

Mi primer contacto aquí en Navarra, después de mucho tiempo de mi venida desde Donosti con veinticinco años, sucedió en Santesteban con treinta y nueve años.

Un día conocí a Bobi y a Chispita, eran los perros de los aitatxis de mi hijo. Recuerdo la primera vez que los vi, estaban al lado de la casa en sendas casitas de madera. Era invierno, hacía mucho frío y había barro a causa de la lluvia, pero aún así fui a saludarlos. Dos perritos ratoneros, Chispita era la más movida, dos caricias le bastaban para estar más que contenta.

Solía ir a ayudar a hacer las tareas del hogar de los aitatxis, y cuando se echaban la siesta cogía a Bobi y a Chispita y los llevaba a pasear por el monte, eran momentos de tranquilidad y sosiego para mi alma y de bienestar para los perros.

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