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El campo de los tres tréboles

¡¡¡GANADOR DEL CONCURSO DE RELATOS 2017!!!

La enfermedad apareció muy pronto, como sí los astros se hubiesen puesto de acuerdo, llegando a tomar una forma extraña, difícil de averiguar de qué se trataba, y dejando solamente una apertura muy pequeñita en la esquina de esa formación, para que entrasen y saliesen esos pensamientos, esos sentimientos, ¡SÍ…! Ese, el mundo emocional tan importante en el paso de la vida de las personas. Esa cabecita que nunca dejo que descanse.

Fui creciendo, los astros seguían ahí y después de tanto tiempo juntos, los empecé a conocer, los identificaba, aparecían en mis días, en mis noches. Eso solo era una parte a descubrir, otra parte era ponerle solución y no llegaba, así, la formación siempre estaba con esa apertura, unas veces más grande que otras. Además, tenía que contar con sus destellos. Era complicado estar cegada, no sabía lo que me querían decir, qué tenía que hacer, cómo, de qué manera. Así que muchas veces ganaban ellos, yo me quedaba apagada, disgustada, triste.

Con cinco años empecé mí etapa escolar. Y ya para entonces había vivido situaciones que irían conmigo en mi camino, y siempre que salían a relucir era como si estuviesen pasando en el momento. Otros pensamientos eran más vagos, para que tratase de olvidarlos, ya eran suficientes para esa niña tan pequeña, por lo que esa apertura no se cerraba, y pasaba…y pasaba el tiempo.

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A través de nuestros ojos

10La luz entra a través de los pocos huecos que deja la persiana a medio cerrar, José Ramón puede sentir la suave brisa que acaricia su cara, y la tenue luz le recuerda que tiene que levantarse para ir a trabajar.

Antes de nada tiene que leer la pizarra que tiene en el pasillo, nada más salir de su habitación. Ésta es negra y de grandes dimensiones, y en ella anota todo lo que tiene que hacer en el día, para no olvidar nada, incluso las cosas más elementales, como coger las llaves, apagar las luces y dejar todo en orden.

Ha ido al baño, se ha aseado, afeitado y por último el after save. Cuando termina, se acaricia la cara, y la suavidad de su mejilla le recuerda a su madre, que haciendo el mismo gesto se lo decía cuando era pequeño, «qué cara más suave tiene mi niño. Cuando yo falte, recuerda hacerlo todos los días y así me sentirás cerca por mucho tiempo que pase».

Sus padres siempre le recordaban que era una persona muy especial, y que esforzándose lograría todo lo que quisiera, pero que nunca, nunca, permitiese que nadie se riese de él.

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