Nuestra recuperación

Me acabo de despertar con algo estupendo en mi cabeza y una gran sensación de bienestar y alegría. No sé si esto que me ronda e invade es algo estupendo que sucedió ayer o es un sueño.

Contaré de qué se trata… Se estaba produciendo un gran avance en la historia de las personas. Después de tiempos de un incremento atroz del terrorismo, de intolerancias y de radicalismos se imponía, por fin, el sentido común, la tolerancia, la apertura de mente, la voluntad de convivir en buenas condiciones…

Y contaré, también, la parte más personal de esto. Se impuso, en general, el respeto a la diversidad, en concreto, en lo que me repercutía directamente, la eliminación del estigma en salud mental. Ya nadie calificará a nadie de loco, con sentido peyorativo; nadie cerraría la puerta a una persona con esta problemática por el simple hecho de tenerla; nadie menospreciaría a estas personas; nadie les cuestionaría en todos los aspectos; nadie les diría que no servía para nada o que no sabían hacer nada bien; ya no habría cantidad de gente alrededor que se creería con derecho a meterse en su vida…

Ahora, al contarlo, me doy cuenta de que es como un anhelo de que las cosas continúen mejorando. Es que hará cosa como de dos años, que estoy viviendo una especie de sueño: mi gran recuperación, que no habría sido posible sin los granos de arena de cuatro personas. Dos de ellas fueron mis dos amigas que me conocieron en momentos muy malos, pero me ayudaron y permanecieron a mi lado, cuando podía no ser agradable del todo.

Otra de ellas fue una trabajadora familiar, que me comprendió, apoyó, ayudó y me dio su cariño.

Y la cuarta y fundamental, fue un psiquiatra revolucionario, con el que solía bromear diciéndole que tenía nombre de gato y por eso era tan bueno. Este psiquiatra hizo cosas clave, como reducirme un montón la medicación; decirme que yo podía ponerme bien o que esa solución que estaba poniendo a un problema no era una solución inteligente y que yo era una persona inteligente; escuchaba mis frustraciones con esta sociedad consumista, superflua o con la invasión en nuestras vidas de las nuevas tecnologías, y me decía que el también estaba algo de acuerdo.

Sin ellos cuatro y otros muchos que es imposible citar, no se si habría conseguido recuperarme así. Es que, definitivamente, hicieron algo fundamental: creer en mí y en mis posibilidades.

Después de esto, la vuelta a la realidad fue dura. Hubo una temporada que estuve muy susceptible y mi psiquiatra actual, también revolucionaria, dudó de si me estaba descompensando. Pero no me ingresó, también confió en que yo podría resolver esta situación y esperó. He vuelto a tomar una pastilla y así duermo bien, estoy estable y no susceptible.

Termino este escrito con una invitación a todos a terminar con el estigma en salud mental y a los profesionales a que hagan como la trabajadora familiar o los dos psiquiatras.

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