¡¡¡GANADOR DEL CONCURSO DE RELATOS 2015!!!
No estaba yo en mi mejor momento, toqué fondo en el terreno laboral. Era camarera y ayudante de cocina, cuatro o cinco días trabajando y no dormía por las noches; urgencias y la baja. Un año pasaría hasta el tribunal médico.
Pero a nivel emocional, entonces, la vida me sonrió, conocí por un anuncio al que sería quizá el hombre de mi vida. Me quedaba algo de lo que había sido como deportista y guardaba una buena figura, también la edad acompañaba, 28 años. Las líneas de la vida aún no poblaban mi cara.
Él no estaba gordo, pero tenía algo de tripa, bebía demasiada coca-cola, luego con el tiempo la dejaría. Ojos azules grisáceos, poco hablador, muy educado y amable. Me gustó y yo creo que le gusté, comenzamos a quedar todos los días, así durante tres meses. Hasta que me dijo de ir a vivir con él.
Yo necesitaba salir del piso donde estaba de alquiler y compartido y así se lo comuniqué, él pensó y dijo de probar a vivir juntos.
Dos años más que yo y una vida ya encauzada y así es como comencé a viajar en su mismo vagón.
¡Por fin! Alguien con quién contar para las cosas simples de la vida, alguien que me aceptaba tal como era, y poco a poco, según nos fuimos conociendo, iba surgiendo el amor.
Nuestras primeras vacaciones juntos: Lloret de Mar. Aún hoy me pica el corazón cuando recuerdo aquellos tiempos, mucho tiempo ha pasado desde entonces y no sé cuánto queda de mí.
Boda, viaje, pedida de mano, en un restaurante donde yo trabajé (el Josetxo), un anillo de dos esmeraldas encontrándose y un ramo de doce rosas amarillas (mi flor favorita). Lo que desde muy niña soñé, se cumplió.
Nos casamos por lo civil, con música de Bon Jovi, pues a él le gustaba la música Heavy y como éramos allá por entonces de Izquierda Unida, nos casó Lidia Biurrun. Nos dedicó un poema precioso, a la salida un txistulari y un aurresku (de la cuadrilla de él), de mi cuadrilla paquetes de arroz.
Fue un acontecimiento preparado a conciencia, con ilusión y con muchísimas ganas, quizás por ello salió todo bien.
Pasaron todas las celebraciones y volvimos a nuestra buena rutina.
Él guardaba sus espacios, el leer el periódico, los telediarios y el deporte visto por la televisión. Yo mis películas, realities, libros para leer. Con él fui aprendiendo a cocinar platos diferentes, a economizar con los gastos y a ahorrar.
En lo fundamental éramos iguales, en cuánto a tener buen fondo como personas, luego en lo personal, él era más introvertido y yo lo contrario. Pequeñas diferencias que por entonces no medraron nuestra relación.
Discutíamos de vez en cuando, pero sin faltarnos al respeto, eso no falló nunca, ni siquiera a los diez años de relación cuándo decidió dejarme.
Pero me he adelantado bastante, pasaron muchas cosas durante este tiempo, conocí a los familiares de él, poco a poco, cumpleaños, fiestas de Navidad.
El padre de él, nunca dejó que nadie se inmiscuyese en nuestras vidas.
Él trabajaba de funcionario, a mí me dieron una incapacidad y minusvalía con una pequeña pensión, aparte trabajaba en casas por horas y al final cosiendo dobladillos para una tienda del barrio, cumplíamos con nuestras obligaciones y planificábamos nuestras vacaciones de año en año, siempre con tiempo para no dejar ningún cabo suelto y que todo saliese a pedir de boca.
Eran momentos de paz y sosiego, alguna operación en el hospital, él hernia de hiato y yo cólico y hernia inguinal, los dos a la vez. Casualidades de la vida, parecía como si alguien nos hubiese puesto una prueba que superar, y la superamos con creces.
Entonces no costaba tanto vivir. Siempre he pensado que en equipo las cosas funcionan mil veces mejor y realmente, funcionaba.
Los primeros años siempre queríamos estar juntos, con el tiempo cogimos más tiempo por separado, pero lo fundamental no cambió, nos queríamos como el primer día, quizá siendo más conscientes de ello.
Una vez escuché a un psicólogo decir que dos personas discapacitadas no podían convivir, yo estuve diez años, creerme que quizá funcionábamos mejor que muchos matrimonios sin discapacidad, porque lo más importante lo teníamos, “que nos queríamos de corazón”.
Pero el destino, Dios o la vida, nos puso un obstáculo demasiado difícil para seguir tal como estábamos; su padre un día decidió suicidarse y así se fue uno de los pilares de nuestra vida, sin despedirse, NADA, fue durísimo, él se puso mal y yo lo mismo y llegó el día en que la gota colmó el vaso, la separación y luego el divorcio.
El que fue el hombre de mi vida ya no estaba conmigo, caí en un pozo del que me costó mucho salir. Me quedo con los 10 años vividos junto a este señor porque fui feliz durante muchísimo tiempo y fue una lástima esa prueba tan dura que no supimos superar juntos.
Muchas veces lo echo de menos, pero él tiene su vida y yo la mía, ese tren ya se fue pero recorrí muchísimo con él.
Será de las pocas personas que si pongo en la balanza gana siempre lo bueno. Hay que tomar la vida como viene y seguir adelante, unas veces peor y otras mejor, pero VIVIR.
• Elisabette •
Precioso tu relato me ha gustado mucho como has contado tu vida en cuatro lineas , que recuerdos ¡¡ todavia me acuerdo de tu boda salio perfecta ,todo super bien lo tenias todo controlado ,sigue escribiendo te seguire leyendo , un abrazo.
Super bonito me ha encantado tu relato, sigue escribiendo te seguire leyendo .un abrazo