A veces me cuesta encontrarme conmigo misma. Intento atraparme, pero me escabullo. Eludo mi mirada. Me hablo, pero me cierro en un hermetismo tal que me es imposible arrancarme ni una sola palabra. Quiero ser yo hasta tal extremo que me atrinchero, me meto en mi caparazón y me niego a salir por temor no sólo a enfrentarme a los demás sino también a mí misma.
Son tantos los fantasmas que pululan dentro de mi ser que tengo miedo hasta de encararme con la imagen que pueda devolverme el espejo.
Sé que soy débil. Y aún así me reconozco fuerte. Soy hermosa, pero en mí reside también la fealdad. Soy libre y esclava. Soy mujer y no por ello dejo de ansiar en ciertas ocasiones la masculinidad. Soy trabajadora y extremadamente vaga. Soy calma, quietud, y un huracán. Soy emociones y puro sentimiento, aderezado con pequeñas dosis de raciocinio. Soy aire puro y enrarecido. Soy pues pura contradicción.
¿Quién me puede salvar? Sólo encuentro una respuesta: «Yo». ¡Qué difícil de pronunciar! Y es que está hecha a base de energía, sí; pero combinada con grandes dosis de soledad.
¿Me quiero? Quizá… Eso es algo que tengo que pensar. Quizá no lo suficiente. O quizá sí. No lo sé. Hoy no lo sé. Mañana sí, tal vez mañana…